¿Influyen nuestro nombre y apellidos en nuestro futuro?
Como punto de partida cabe
destacar que nuestro nombre es algo que nos identifica de por vida, al igual
que nuestros apellidos. ¿Es cierto que estos pueden influir en nuestro futuro? Hay varios casos prácticos desde los que se
podría demostrar que sí.
Para empezar, el primer caso
práctico y que todo el mundo ha experimentado se da en el colegio,
principalmente en los cursos más bajos. En toda clase siempre ha habido cierta
persona con un nombre u apellido que ha provocado que algunos compañeros de
clase se burlasen de él o ella. Un nombre que puede ocasionar esto podría ser “Pablo
Orejas”; debido a su apellido se burlarán de él, por no hablar de que además,
tenga las orejas de soplillo. Otro caso puede ser el de una niña con un nombre
cualquiera que se apellide “Vacas”, y más si no está estrictamente delgada. A
veces, el apellido es secundario y esto puede darse si tus padres no te ponen
un nombre usual como María, Pilar, José o David, si no que te ponen alguno
menos común como es Eusebio, Horacio o Alfreda; estadísticamente estos niños
tienen más posibilidades de ser objeto de risas.
Otro caso en el que no tienen por
qué intervenir niños ocurre con los apellidos que son comunes en ciertas
etnias, tal y como ocurre con la raza gitana. Apellidos como Cortés y Flores,
comunes en dicha raza, están cargados de prejuicios negativos. Por tanto,
sabiendo de antemano el nombre y apellidos de esa persona nuestra
predisposición a ellas puede variar drásticamente.
Por otro lado, esto también
sucede con nombres más usados en clases bajas o altas, es decir, hay ciertos
nombres como Kimberly o Jennifer que son más usuales en clases bajas; mientras
que Pelayo o Cayetano están cargados de connotaciones positivas. Esto ha
quedado científicamente demostrado tal y como podemos observar a
continuación:
“Según el estudio, un trabajo firmado por un niño llamado Kevin,
Mandy o Cedric -nombres que en Alemania están ligados a estratos
sociales inferiores- suele tener una peor calificación que un trabajo
idéntico firmado por Maximilian, Jakob o Simon.
El punto de partida del estudio fue una
investigación anterior, realizada también en Oldenburg por Julia Kube, quien,
en un trabajo publicado en 2009, había logrado determinar una lista de
nombres asociados a prejuicios negativos y otra relacionada con
prejuicios positivos.
Ante ello, Kaiser y una de sus estudiantes se
preguntaron en qué medida el nombre propio de un niño podía favorecer o
perjudicar sus notas escolares, independientemente de sus rendimientos.
Para ello, un grupo de 12 niños realizó
trabajos que luego fueron escaneados y enviados, en ocasiones firmados con un
nombre con carga positiva como Alexander o en otras con nombres con carga
negativa como Marvin, a 200 profesores para que los calificaran.
Cada trabajo debía ser calificado por
dos profesores distintos, uno que lo recibía con la firma de un nombre
positivo y otro que suscribía un niño con un nombre de carga negativa.
En el experimento,
un trabajo firmado por Jakob, Maximilian o Simon fue siempre mejor calificado
que si estaba firmado por Kevin o Mandy, pese a tratarse del mismo texto.” Fuente: El Mundo
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